Durante las vacaciones de verano, muchos alumnos de los centros de Pilates se dan de baja, con la promesa de que lo retomarán en septiembre.
Hay que darse un respiro (fisico y más aún mental) pero, se quiera reconocer o no, hay un abandono de la forma física y ésta es indispensablemente un requisito para la felicidad.
Cuando se está en la playa durmiendo tumbado, sentado largo tiempo gin-tonic en mano, en la mayoría de casos, no llega a la segunda semana de esta guisa, que no aparezcan las antiguas molestias.
Muchas son las excusas para no volver en septiembre e incumplir nuestra promesa (todavía tengo un pequeño viaje, no tengo horarios extraescolares de los peques, aún hace calor, hasta que no vuelva mi jornada completa, bla ,bla ,bla …
Llega el día del regreso a tu Pilates y …¡la primera en la frente! Ves que no tienes el mismo nivel que antes, incluso no te salen los ejercicios, te vienes abajo al ver como tus compis están mejor que tú cuando lo dejaste y tú eres la mitad que hace dos o tres meses. Recuerda una frase: «sólo hibernan los osos».
Tenemos que estar comprometidos con nuestro cuerpo, recuperar la ilusión que te llevó a empezar a conectarte a él, quitar tópicos estivales y mejorar nuestra salud, sumando hábitos y restando justificaciones.